Ya me da miedo escribirte, verte, incluso pensarte. Pensarte en exceso, quizás ese es mi problema. Siempre han dicho que los excesos no son buenos. Temo a todo esto porque ya no sé si estás y cuando me respondo a mi misma que no, temo verte. Temo verte porque no sé como vas a reaccionar, o como vamos a reaccionar. Ya no sé en que medida puedes estar, si lo estás. Pero la respuesta que más miedo me da, es a la pregunta de si algún día estarás. Y es cuando pienso si deberías estar, si existe alguna posibilidad de que realmente estemos hechos el uno para el otro, de si en la medida que tu quieres estar es la de una cremallera atropellada en una noche de luces apagadas, del calentón del momento, de cerrar la boca y que nadie se entere, y entonces, saber a ciencia cierta que igualmente me dejaría llevar y ya no podría olvidarme de ti.