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Pensarte en exceso.

Ya me da miedo escribirte, verte, incluso pensarte.

Pensarte en exceso, quizás ese es mi problema. Siempre han dicho que los excesos no son buenos.

Temo a todo esto porque ya no sé si estás y cuando me respondo a mi misma que no, temo verte.

Temo verte porque no sé como vas a reaccionar, o como vamos a reaccionar.

Ya no sé en que medida puedes estar, si lo estás.

Pero la respuesta que más miedo me da, es a la pregunta de si algún día estarás.
Y es cuando pienso si deberías estar, si existe alguna posibilidad de que realmente estemos hechos el uno para el otro, de si en la medida que tu quieres estar es la de una cremallera atropellada en una noche de luces apagadas, del calentón del momento, de cerrar la boca y que nadie se entere, y entonces, saber a ciencia cierta que igualmente me dejaría llevar y ya no podría olvidarme de ti.


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Sólo un objetivo.

Perseguir un sueño, aquel que hace que se te pongan todos los pelos de punta solo por imaginártelo, te lo imaginas de mil maneras, te montas miles de historias, pero sólo hay una historia, la que tu destino tenga preparado, siempre y cuando persigas aquello que deseas.

Mirando al frente.

Voy a dejar atrás a todo aquel que pide ayuda a gritos y luego no se deja ayudar, voy a dejar de preocuparme por aquellos que no muestran ni un pequeño interés por mi, voy a evitarme los dolores de cabeza por todas aquellas personas que creen necesitar ayuda cuando realmente en lo más profundo de ellos saben que van a seguir como hasta ahora. Voy a dejar atrás todo esto, todo lo que no me aporta nada bueno, y lo único que aporta es negatividad y sentirse uno mal. Voy a empezar a preocuparme por los que realmente están ahí, y sobretodo por mi, porque nadie me cuidará mejor que yo durante todo el camino de mi vida.