2017 y 2018, os juro que no os voy a olvidar. Habéis hecho hasta lo imposible para que quedéis grabados a fuego en cualquier lugar de mi cuerpo, y de mi alma.
Vinisteis para coger todo lo que tenía construido (o en ruinas) para lanzarlo como quién lanza una moneda al azar y prueba suerte. Y ya no sé si cayó más por el lado de la buena o de la mala suerte, o tal vez, fue esa excepción, que por pocas probabilidades que existen en el azar, está, y cayó quedándose de pie justo en el estrecho de su circunferencia.
Y es que sin lugar a dudas, ya no existe esa mujer, niña, llamalo X, que era. Soy otra. Soy otra X marcada por cambios gigantes y por mil golpes. Pero, ¿sabes? La versión anterior a mi, ya aprendió a esquivarlos, así que esta nueva versión, ya ni te cuento.
He aprendido tanto en estos dos años... que no sé por donde empezar, pero quizás debería remarcar el miedo como principal.
Ya no tengo miedo, a nada. Durante este tiempo te juro que vi al miedo de cara, que le miré los ojos y vi su dolor, y penetró en mi, sí, muy hondo hasta que perdí. Hasta que perdí casi todo lo que tenía (tiene y tendrá) valor en mi.
Porque te juro, que cada cosa que hago, la hago por ti mamá. Porque de un modo u otro, estoy viviendo dos vidas. Porque quiero, porque te lo debo. Porque tus últimas palabras fueron para mi, porque me dijiste que viviera mi vida y fuera feliz.
Y te juro que lo hago, que lo intento cada día, y que unas lo consigo y otras intento que no se note tanto esta lucha interna que me persigue cada día.
Porque ya todo tiene otro significado, vivo desde otra perspectiva.
Ya me dan igual tantas cosas... tantas cosas que carecen de valor y que la gente aún no sabe.
Soy más borde, (o quizás menos falsa), porque ya no busco quedar bien con nadie ni con nada. Sólo busco gustarme a mi misma, cada día, convertirme en la mejor versión de mi, para mi.
En estos daños mucha gente ha decido tomar caminos diferentes en los que no se cruzaban con los caminos de mi vida, pero mi puerta siempre esta abierta, para quién quiera entrar y también para quien desee salir, no quiero retener a nadie. Gracias por el tiempo invertido, pero ya llegamos a nuestro fin, y ya está, no duele, no, ya no. Es vida.
Hace poco leí, “uno no sabe lo que es estar enamorado hasta que se enamora” y joder, cuanta razón. Porque en estos años me enamoré, como jamás pensaba que podía enamorarme, como jamás había pensado que tan siquiera la mínima parte de lo que viví pudiera ser real. Pero acabó. Indoloro. Porque ya no pienso en lo que quedó después (o lo que quedó de mi después), sino en lo que se vivió durante, y te juro, que vivo más tranquila. Ya no pienso en decepciones, sino, experiencias, y estas no tienen porque ser siempre buenas. Y tan solo pretendo disfrutar el aquí y el ahora, con quién quiera compartirlo.
Pero que puta esta vida, ¿no? Que sus lecciones van a base de palos y sufrimiento. Me quiere hacer muy fuerte, lo sé, pero ya lo ha conseguido. He sido una alumna de matrícula de honor, he pasado cada uno de sus exámenes y sobretodo he destacado en los controles sorpresa.
Creo (y espero) que interiormente haya cerrado ya este ciclo, y menos mal, que en apenas dos meses, pondré fin materialmente, diré adiós al lugar dónde empezó todo.
Uno de mis escritores favoritos, uno de los que más he decido aprender de él, cree fuertemente en la teoría de que la vida son ciclos de 6 años. Y sé que en breves cierro uno de estos ciclos, para empezar una nueva vida. Una vida sin miedo.
Vinisteis para coger todo lo que tenía construido (o en ruinas) para lanzarlo como quién lanza una moneda al azar y prueba suerte. Y ya no sé si cayó más por el lado de la buena o de la mala suerte, o tal vez, fue esa excepción, que por pocas probabilidades que existen en el azar, está, y cayó quedándose de pie justo en el estrecho de su circunferencia.
Y es que sin lugar a dudas, ya no existe esa mujer, niña, llamalo X, que era. Soy otra. Soy otra X marcada por cambios gigantes y por mil golpes. Pero, ¿sabes? La versión anterior a mi, ya aprendió a esquivarlos, así que esta nueva versión, ya ni te cuento.
He aprendido tanto en estos dos años... que no sé por donde empezar, pero quizás debería remarcar el miedo como principal.
Ya no tengo miedo, a nada. Durante este tiempo te juro que vi al miedo de cara, que le miré los ojos y vi su dolor, y penetró en mi, sí, muy hondo hasta que perdí. Hasta que perdí casi todo lo que tenía (tiene y tendrá) valor en mi.
Porque te juro, que cada cosa que hago, la hago por ti mamá. Porque de un modo u otro, estoy viviendo dos vidas. Porque quiero, porque te lo debo. Porque tus últimas palabras fueron para mi, porque me dijiste que viviera mi vida y fuera feliz.
Y te juro que lo hago, que lo intento cada día, y que unas lo consigo y otras intento que no se note tanto esta lucha interna que me persigue cada día.
Porque ya todo tiene otro significado, vivo desde otra perspectiva.
Ya me dan igual tantas cosas... tantas cosas que carecen de valor y que la gente aún no sabe.
Soy más borde, (o quizás menos falsa), porque ya no busco quedar bien con nadie ni con nada. Sólo busco gustarme a mi misma, cada día, convertirme en la mejor versión de mi, para mi.
En estos daños mucha gente ha decido tomar caminos diferentes en los que no se cruzaban con los caminos de mi vida, pero mi puerta siempre esta abierta, para quién quiera entrar y también para quien desee salir, no quiero retener a nadie. Gracias por el tiempo invertido, pero ya llegamos a nuestro fin, y ya está, no duele, no, ya no. Es vida.
Hace poco leí, “uno no sabe lo que es estar enamorado hasta que se enamora” y joder, cuanta razón. Porque en estos años me enamoré, como jamás pensaba que podía enamorarme, como jamás había pensado que tan siquiera la mínima parte de lo que viví pudiera ser real. Pero acabó. Indoloro. Porque ya no pienso en lo que quedó después (o lo que quedó de mi después), sino en lo que se vivió durante, y te juro, que vivo más tranquila. Ya no pienso en decepciones, sino, experiencias, y estas no tienen porque ser siempre buenas. Y tan solo pretendo disfrutar el aquí y el ahora, con quién quiera compartirlo.
Pero que puta esta vida, ¿no? Que sus lecciones van a base de palos y sufrimiento. Me quiere hacer muy fuerte, lo sé, pero ya lo ha conseguido. He sido una alumna de matrícula de honor, he pasado cada uno de sus exámenes y sobretodo he destacado en los controles sorpresa.
Creo (y espero) que interiormente haya cerrado ya este ciclo, y menos mal, que en apenas dos meses, pondré fin materialmente, diré adiós al lugar dónde empezó todo.
Uno de mis escritores favoritos, uno de los que más he decido aprender de él, cree fuertemente en la teoría de que la vida son ciclos de 6 años. Y sé que en breves cierro uno de estos ciclos, para empezar una nueva vida. Una vida sin miedo.