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Y aquí estás, querido verano.

Verano, como te empeñas en mantenerme ocupada.
Aún así siempre encuentras el momento (demasiados momentos) para que piense y vuelva a pensar todo una y otra vez.

Desde una perspectiva, desde otra, con hechos, con los que supones que pueden pasar y con los que desearía que sucediesen, mientras me vuelves a recordar los que realmente sucedieron.

Me das demasiado tiempo para practicar esta tortura mental, día tras día, para crearme ansiedad.
Dichosa ansiedad, quiere estar en todo momento, en cualquier lugar.

Amor y odio es lo que siento.
Amo estos momentos en los que reflexiono y conecto conmigo misma, con mi parte más vulnerable, pero odio hacerme daño con ello.
Pero así es, va ligado, no puedo separarlo. No de momento. Quiero intentarlo, sin saber aún cómo.

Sin saber como cojones desviar mi mente, la cuál jamas se detiene, busca y rebusca, todo. Para debatir, para encontrar esas incongruencias, recordar las malas decisiones, y con ello, culpabilidad, ira, frustración.

Ansiedad.

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Sólo un objetivo.

Perseguir un sueño, aquel que hace que se te pongan todos los pelos de punta solo por imaginártelo, te lo imaginas de mil maneras, te montas miles de historias, pero sólo hay una historia, la que tu destino tenga preparado, siempre y cuando persigas aquello que deseas.

Mirando al frente.

Voy a dejar atrás a todo aquel que pide ayuda a gritos y luego no se deja ayudar, voy a dejar de preocuparme por aquellos que no muestran ni un pequeño interés por mi, voy a evitarme los dolores de cabeza por todas aquellas personas que creen necesitar ayuda cuando realmente en lo más profundo de ellos saben que van a seguir como hasta ahora. Voy a dejar atrás todo esto, todo lo que no me aporta nada bueno, y lo único que aporta es negatividad y sentirse uno mal. Voy a empezar a preocuparme por los que realmente están ahí, y sobretodo por mi, porque nadie me cuidará mejor que yo durante todo el camino de mi vida.